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Martes, 24 de diciembre
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Al filo de la memoria

Gines, nombre de origen árabe que significa "el jardín", durante su larga y todavía poco documentada historia ha compartido lo bueno y lo malo con otros lugares del entorno y se han sentido indefectiblemente unido a Sevilla, a la que ha mirado desde las alturas del Aljarafe.

No tiene nada de particular que participara de la riqueza legendaria de Tartessos, alguno de cuyos tesoros se descubrieron en El Carambolo, a dos pasos de aquí. Ni tampoco representa ninguna novedad saber que, después de la fundación de Itálica en 206 antes de Cristo, los romanos de Hispalis empezaron a ocupar una comarca tan atractiva, en la que se asentaba el locus Vergelium Julii Genitores, que anteriormente parece que se llamaba Abgena.

  El pueblo de Gines

Desde Gines hemos visto las guerras civiles de finales de la república romana, las invasiones de vá;ndalos y alanos, de paso por estas tierras en sus atolondradas correrías hacia el norte de Africa, donde las tropas bizantinas acabarían con ellos. Y desde Gines hemos visto la llegada, con parada y fonda, de los ejércitos musulmanes que asaltaron la península por Gibraltar el 711. Al-Xines perteneció a la cora de Ishbilia en la iqlim del Aljarafe, con otras 200 pequeñas entidades de población, atalayas, casas fuertes, cortijos. Buenos olivares, viñas, huertas y zona importante de tránsito para la iqlim de Taliqa (Itálica) y la cora de Niebla.

Ayuntamiento de Gines  

Desde Gines vimos la llegada de los vikingos que arrasaron Coria del Rio y robaron nuestras poblaciones, antes de atacar a Sevilla. Peor fue el susto del ataque en tiempos de Alfonso VI de León, poco antes de que los Almorávides, fundamentalistas beréberes del norte de Marruecos, asaltaran la cora de Sevilla, siguiendo las viejas huellas de Tariq y Muza que Allah tenga en su gloria. Y vimos dar caña con la llegada de los almohade, los hombres del "velo", tuaregs que primero te partían en dos con una cimitarra y después te preguntaban.

En el año 1248 Fernando III, rey de Castilla, asaltó Sevilla con grandes refuerzos y colaboración de órdenes militares, nobles, hidalgos, eclesiásticos y ayuntamientos de Castilla. Todas las tierras del reino de Sevilla las repartió entre sus tropas, previa expulsión de los moros, y las fincas y casas de Gines correspondieron a una serie de peones de los efectivos militares del Rey Fernando. Vendieron estas suertes y, después de la guerra civil (1365-69) entre los hermanos Enrique II de Trastámara y Pedro I, los nobles castellanos se pusieron las botas. Muchas tierras fueron dadas en señoríos a los marqueses, duques, condes y otra fauna nobiliaria. La jurisdicción de Gines fue concedida al almirante Sánchez Tovar, que la vendió a los Zúñigas, una familia de origen navarro que trataba de abrirse un hueco entre el señoritingo de Sevilla, dominado por los duques de Arcos, Medina Sidonia y Alba. Los zúñigas eran absentistas de toda la vida, y de Gines se ocuparon lo menos posible, solamente para recaudar sus impuestos.

Desde Gines vimos zarpar del arenal de Sevilla en 1493 el segundo viaje de Colón, abastecido de vinos, aceite, harina, melones, sandías y uvas del aljarafe, ya cuando el almirante tenía los cincuenta años cumplidos y estaba lleno de dolores. Y participamos, no sin riego, en las trifulcas de los comuneros, que también habían llegado a Sevilla en tiempos del emperador Carlos. Su boda con Isabel de Portugal también se celebró en el alcázar de Sevilla. Gines por este tiempo edificó la torre y su iglesia parroquial, a la que venía de vez en cuando un fraile franciscano a administrar los sacramentos.

  Iglesia Nª Sª de Belen

La piedad era muy destacada en los siglos del barroco y a ello contribuían las hermandades del santísimo sacramento, del rosario, la de las ánimas benditas, que se ocupaban de organizar los moderados jolgorios en las festividades litúrgicas a lo largo del año. El precioso Cristo de la Vera-cruz, junto con el cuadro de la titular (Virgen de Belén) es de este tiempo. Gines sufrió la epidemia de peste bubónica de mitad del siglo XVII y la que se presentó en los primeros años del siglo XVIII. El miedo a contraer la enfermedad nos hizo más fervoroso de Santa Rosalía de Palermo, santa milagrosa donde las haya y un antídoto eficaz contra la peste, y a la que le dedicamos una capilla en la entrada del pueblo (la ermita de Santa Rosalía), compartida con San Sebastián, un oficial del bajo imperio romano muerto a flechazos y que, según la tradición, sanaba las heridas como ahora los antibióticos.

Plaza Santa Rosalía  

A principios del siglo XIX soportamos la garrulería de las tropas napoleónicas aposentadas en Sevilla, y los malos momentos del rey Fernando VII, el usaba paletón. Malos tiempos para los liberales y los afrancesados, algunos de los cuales tuvieron que exilarse en Francia, so pena de caer en las represiones. Ampliamos algunas calles más del minúsculo casco urbano y se organizó la explotación agraria entorno a las haciendas del Santo ángel, La Concepción, la Merced. Gines se consolidaba como un territorio vinatero, olivareros y adquiría fincas en los términos de Valencia, Salteras, Bormujos, Villanueva y Espartinas.

De la crisis de los años de entreguerras y de la guerra civil 1936-39 todavía hay muchos ginenses que conservan mal recuerdo por los que murieron en la contienda y los que fueron represaliados. Y mal recuerdo se conserva de los malos años de la jambre, cuando los suministros alimentarios eran caros y escasos. La democracia que inaugura la constitución de 1978 ha convertido a Gines en una zona de expansión residencial urbano para moradores de nivel alto-medio de Sevilla, que huyen de zonas poco saludables de la capital andaluza. Gines se ha expandido en todas las direcciones con urbanizaciones de calidad en un entorno razonablemente burgués. Hemos perdido todas las cepas, pero no sería históricamente aceptable que perdiéramos los dos o tres olivos que todavía nos quedan.

 

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